Monthly Archives: enero 2017

Las diferencias nos complementan

shutterstock_173595503Salí del médico con el diagnóstico confirmado: colesterol elevado; y con una larga lista de recomendaciones para normalizarlo. Escucharlo parecía fácil, tenía que cambiar algunos hábitos alimenticios y otros de mi rutina diaria, pero para mí era como si me pidieran cruzar el Atlántico nadando.

Esa misma mañana tenía clase con Nacho en el parque y le conté un poco lo que me había explicado el médico. Con su optimismo de siempre, me prometió ayudarme a cambiar algunos hábitos. “¡Vas a ver que es más fácil de lo que pensás!”, aseguró.

Las salidas con Nacho empezaron a hacerse más frecuentes y en cada encuentro él tenía una sorpresa armada para alivianar mi nueva preocupación. Al comienzo me encantó, pero con el tiempo empezó a parecerme un poco repetitivo.

Una noche me invitó a su casa y preparó una cena que llamó Combo Nacho Saludable: hamburguesas de lentejas, papas al horno con hierbas y jugo de naranja exprimido. Las hamburguesas estaban riquísimas y no me cayeron pesadas. ¡Nunca lo hubiera imaginado! Después de comer me pasó la receta para que pudiera hacerla sola. No llevaba muchos ingredientes, pero la cocina no era mi fuerte y estaba acostumbrada a la combinación supermercado-freezer-horno.

Otro día me citó a las siete de la tarde en la terraza de su edificio. Me dijo que llevara ropa cómoda y que no dejara trabajo pendiente para la noche. Cuando llegué, había armado el lugar para hacer una rutina de stretching relajante para terminar el día. Con él en la terraza y el sol cayendo era la escena de película romántica perfecta, pero si tenía que repetirlo sola en casa me ganaba cualquier serie.

Un sábado tomé yo la iniciativa e intenté sorprenderlo: lo invité al Jardín Japonés para caminar un poco al sol y respirar aire puro. La idea era hacer un paseo tranquilo y tener más tiempo para charlar. Le conté que esa semana estaba entusiasmada con un libro de cuentos de una escritora norteamericana y una novela que hacía tiempo quería leer, pero él parecía distraído y no hablaba mucho.

Aunque una vez Nacho me dijo que quería recomendaciones para embarcarse en la lectura, empecé a notar que cada vez que mencionaba el tema o que le contaba sobre mis libros, no se mostraba muy interesado y hacía un gran esfuerzo por prestarme atención.

Después de varias salidas, todavía no encontrábamos algo que a los dos nos gustara para compartir juntos. Me gustaba mucho que él fuera atento conmigo y me cuidara, pero ¿qué tantas cosas en común teníamos? ¿Había tema de conversación o empezarían a aparecer silencios incómodos?

Cuando todas esas preguntas rondaban por mi cabeza, Nacho me invitó a ver una película. Entre tantos consejos para ayudar a bajar mi Colesterol y mis ganas de pasar tiempo al aire libre, eso era algo que nunca habíamos hecho. Esta vez la sorpresa fue con su elección: El perfume, la película basada en la novela de un escritor llamado Patrick Süskind.

Él no la había leído, pero recordó que varias veces le había comentado algo sobre ella y le pareció una buena idea verla juntos. Cuando terminó, el tiempo se nos pasó volando debatiendo la película y descubrí un costado cinéfilo de Nacho que tenía escondido. ¡Sabía más de cine que yo de literatura!

A partir de esa noche, dejé de hacerme tantas preguntas y esperé que las cosas fueran sucediendo. Todavía me costaba adaptarme a los hábitos saludables pero de a poco iba logrando incorporar algunos que Nacho me enseñaba y él se animó a leer algunas novelas que yo le juraba que eran mejor en su versión escrita que en el cine.

Tenía que reconocer que me estaba enamorando cada vez más de Nacho y ya no quería ser solo la chica con la que salía y se divertía. Mi próximo desafío era aún mayor que bajar el Colesterol: tomar valor y decirle todo lo que sentía por él.

Un resultado que dio que hablar

shutterstock_321639035

Apenas llegué a casa, di vuelta el placard buscando qué ponerme para la cena con Nacho esa misma noche. Quería algo femenino, pero no muy arreglado. Aunque siempre había visto a Nacho con ropa deportiva, imaginé que para salir usaría algo relajado y quería estar a tono con él.

Entre una prueba y otra de vestuario, abrí la casilla de mails y ahí estaba el resultado de los análisis para el apto físico que me había pedido Nacho. Le di una mirada rápida confiada en que estaría todo bien, pero los valores del Colesterol me llamaron la atención. Miré los números de referencia normales y los míos no coincidían.

No tenía idea de qué se trataba el Colesterol. Solo había escuchado alguna vez que tenía relación con las comidas. Enseguida me olvidé de la ropa. ¡Era la primera vez que iba a cenar con Nacho y no sabía qué comer! ¿Podría llegar a sentirme mal? ¡Después de los calambres en el parque no quería pasar otro papelón! De repente me cayó la ficha: ya no tenía veinte años y el cuerpo me estaba empezando a pasar factura.

A las nueve en punto, Nacho tocó el timbre de casa. Había acertado en elegir mis jeans y una remera con los hombros descubiertos, porque él parecía muy relajado con sus jeans gastados y una remera debajo de una camisa abierta. Pero cuando llegamos al bar y leí la carta, el fantasma del Colesterol apareció de nuevo.

Mientras Nacho elegía, yo me batía a duelo con la panera. ¿Podía comer pan o mejor no? En otro momento ya estaría devorando unas figazas con manteca. Pasaba las hojas de la carta, pero no me decidía por nada. ¿Pastas, milanesa con papas fritas o pollo con ensalada?

Nacho me preguntó si estaba muy indecisa. En realidad me moría de hambre. ¿ Comía algo contundente o una ensaladita y listo? Mejor ensalada no, peligro de verdura entre los dientes. Con una hamburguesa seguro me manchaba toda y por lo que había leído era una bomba para el Colesterol.

Pedí pastas que son muy buenas acá-, me recomendó Nacho. Aunque quería contarle de mis dudas con el Colesterol me dio vergüenza y seguí su sugerencia. Para olvidarme del asunto le pregunté cómo había llegado a tener su propio spa.

La idea del spa llegó cuando una tía le ofreció usar un local que tenía en alquiler y se asoció con su hermana cosmetóloga. Me dijo que yo ya la conocía: era la recepcionista del spa. No pude evitar sonreírme. ¡Ahora entendía por qué me fulminó con la mirada aquel día!

Nos interrumpió el mozo con los platos y me arrepentí de haber pedido ravioles con boloñesa. Probé apenas unos bocados y Nacho enseguida se dio cuenta de que algo pasaba. No podía seguir ocultándolo, así que le conté la verdad.

-Están ricos, pero hoy recibí el resultado de los análisis de sangre y creo que el Colesterol me dio un poco alto, y ahora me estoy haciendo la cabeza con la comida.

-¡Ah, era eso! Pero no te preocupes tanto. Es cuestión de cuidarse un poco con ciertas comidas con grasas malas y tratar de comer más verduras, frutas, cereales y pescado. También hay algunos suplementos dietarios que te ayudan. Igual consultalo con tu médico.

-No tenía idea. ¿Vos cómo sabés tanto sobre el tema?-, ya estaba empezando a tranquilizarme.

-Mi mamá tuvo el Colesterol alto hace algunos años, pero ahora ya lo tiene controlado. Igual no depende solo de la comida. Hacer actividad física también es muy importante.

-Tampoco sabía que eso influía. La verdad es que hace mucho tiempo que no hacía ejercicio-, le respondí desmotivada. Me mandaba a hacer más deporte y encima me comparaba con la madre, ¡ya no tenía chances!

-¿Ves? Más razón para no abandonar las clases. ¡Y otro motivo para seguir viéndonos! ¿Qué te parece brindar por eso?-, propuso sonriéndome.

Levanté la copa con una mezcla de alegría y miedo al mismo tiempo. Nacho parecía realmente estar interesado en mí, pero ¿cuánto tiempo podía durar su interés? Eramos muy distintos: él con sus rutinas saludables y sus hábitos fit, yo con mi poca predisposición al deporte y ahora el Colesterol también me había abandonado.

Tenía mucho por cambiar y no sabía si podría lograrlo. Me sentía como si estuviera escalando una montaña en cámara lenta. ¿Sería mejor abandonar antes de que me quedara a medio camino?