Un resultado que dio que hablar

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Apenas llegué a casa, di vuelta el placard buscando qué ponerme para la cena con Nacho esa misma noche. Quería algo femenino, pero no muy arreglado. Aunque siempre había visto a Nacho con ropa deportiva, imaginé que para salir usaría algo relajado y quería estar a tono con él.

Entre una prueba y otra de vestuario, abrí la casilla de mails y ahí estaba el resultado de los análisis para el apto físico que me había pedido Nacho. Le di una mirada rápida confiada en que estaría todo bien, pero los valores del Colesterol me llamaron la atención. Miré los números de referencia normales y los míos no coincidían.

No tenía idea de qué se trataba el Colesterol. Solo había escuchado alguna vez que tenía relación con las comidas. Enseguida me olvidé de la ropa. ¡Era la primera vez que iba a cenar con Nacho y no sabía qué comer! ¿Podría llegar a sentirme mal? ¡Después de los calambres en el parque no quería pasar otro papelón! De repente me cayó la ficha: ya no tenía veinte años y el cuerpo me estaba empezando a pasar factura.

A las nueve en punto, Nacho tocó el timbre de casa. Había acertado en elegir mis jeans y una remera con los hombros descubiertos, porque él parecía muy relajado con sus jeans gastados y una remera debajo de una camisa abierta. Pero cuando llegamos al bar y leí la carta, el fantasma del Colesterol apareció de nuevo.

Mientras Nacho elegía, yo me batía a duelo con la panera. ¿Podía comer pan o mejor no? En otro momento ya estaría devorando unas figazas con manteca. Pasaba las hojas de la carta, pero no me decidía por nada. ¿Pastas, milanesa con papas fritas o pollo con ensalada?

Nacho me preguntó si estaba muy indecisa. En realidad me moría de hambre. ¿ Comía algo contundente o una ensaladita y listo? Mejor ensalada no, peligro de verdura entre los dientes. Con una hamburguesa seguro me manchaba toda y por lo que había leído era una bomba para el Colesterol.

Pedí pastas que son muy buenas acá-, me recomendó Nacho. Aunque quería contarle de mis dudas con el Colesterol me dio vergüenza y seguí su sugerencia. Para olvidarme del asunto le pregunté cómo había llegado a tener su propio spa.

La idea del spa llegó cuando una tía le ofreció usar un local que tenía en alquiler y se asoció con su hermana cosmetóloga. Me dijo que yo ya la conocía: era la recepcionista del spa. No pude evitar sonreírme. ¡Ahora entendía por qué me fulminó con la mirada aquel día!

Nos interrumpió el mozo con los platos y me arrepentí de haber pedido ravioles con boloñesa. Probé apenas unos bocados y Nacho enseguida se dio cuenta de que algo pasaba. No podía seguir ocultándolo, así que le conté la verdad.

-Están ricos, pero hoy recibí el resultado de los análisis de sangre y creo que el Colesterol me dio un poco alto, y ahora me estoy haciendo la cabeza con la comida.

-¡Ah, era eso! Pero no te preocupes tanto. Es cuestión de cuidarse un poco con ciertas comidas con grasas malas y tratar de comer más verduras, frutas, cereales y pescado. También hay algunos suplementos dietarios que te ayudan. Igual consultalo con tu médico.

-No tenía idea. ¿Vos cómo sabés tanto sobre el tema?-, ya estaba empezando a tranquilizarme.

-Mi mamá tuvo el Colesterol alto hace algunos años, pero ahora ya lo tiene controlado. Igual no depende solo de la comida. Hacer actividad física también es muy importante.

-Tampoco sabía que eso influía. La verdad es que hace mucho tiempo que no hacía ejercicio-, le respondí desmotivada. Me mandaba a hacer más deporte y encima me comparaba con la madre, ¡ya no tenía chances!

-¿Ves? Más razón para no abandonar las clases. ¡Y otro motivo para seguir viéndonos! ¿Qué te parece brindar por eso?-, propuso sonriéndome.

Levanté la copa con una mezcla de alegría y miedo al mismo tiempo. Nacho parecía realmente estar interesado en mí, pero ¿cuánto tiempo podía durar su interés? Eramos muy distintos: él con sus rutinas saludables y sus hábitos fit, yo con mi poca predisposición al deporte y ahora el Colesterol también me había abandonado.

Tenía mucho por cambiar y no sabía si podría lograrlo. Me sentía como si estuviera escalando una montaña en cámara lenta. ¿Sería mejor abandonar antes de que me quedara a medio camino?